
Este libro electrónico recoge todos los artículos publicados en “Palabra de enfermera” durante 2022. Están disponibles en formato pdf y epub.
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La fiebre es una elevación de la temperatura corporal generalmente causada por una infección. No se trata de una enfermedad, es un síntoma que se manifiesta cuando nuestro cuerpo activa las defensas. Se entiende que tenemos fiebre cuando la temperatura supera los 38 º (a partir de 37,3ºC hablaríamos de febrícula).
No se trata de un valor constante, sino que varía a lo largo del día y en función de la zona en la que se mida la temperatura. Se considera normal la temperatura axilar hasta 37ºC, oral hasta 37,5ºC y rectal y timpánica hasta 38ºC.
Frecuentemente la fiebre suele acompañarse de escalofríos, dolor de cabeza, sudoración y dolor muscular.
Si la fiebre no causa ninguna otra sintomatología y es leve no precisa tratamiento específico. Descansar y tomar suficiente líquido con autocuidados en domicilio hasta 3 días de duración sería lo correcto.
Si aparecen síntomas acompañantes que generan malestar, se puede tratar de bajar la temperatura con las siguientes medidas:
Laura López Suárez
Cristina Areta Cuesta
Especialistas en Enfermería Familiar y Comunitaria
Fuentes
Cómo nos sentimos influye en cómo nos encontramos y, por tanto, en nuestro estado de salud. La vejez es una etapa en la que se producen cambios vitales relevantes que favorecen la aparición de trastornos del estado de ánimo: el deterioro progresivo de habilidades físicas, psíquicas y sociales, la disminución de autonomía y aumento de dependencia, la pérdida de seres queridos, la proximidad de la muerte, etc.
Vivimos en una sociedad donde el dolor, el malestar emocional y la vulnerabilidad se tiende a esconder. De alguna forma, se nos ha enseñado que tenemos que tener soluciones para todo, dar respuesta a todo y ver siempre el lado bueno de cada situación. Sin embargo, hay veces que nada sirve para aliviar el dolor y sólo cabe aceptarlo, abrazarlo, sentirlo y vivirlo. Hay veces que ningún consuelo es suficiente, que las palabras se quedan cortas y lo único que podemos hacer como personas cuidadoras es callar, acompañar y estar presentes.
De la misma forma que los problemas de salud física impactan en nuestra salud mental y emocional, las afecciones afectivas también juegan un papel importante en el afrontamiento y evolución de una enfermedad física. Queda evidenciado, entonces, el valor que tiene la salud emocional en el bienestar íntegro y global de las personas.
La gestión de emociones es algo completamente necesario y extremadamente complejo que tenemos que incorporar, con urgencia, en nuestras relaciones sociales e interpersonales. Cuando hablamos de gestión emocional no nos referimos a intervenir continuamente con el afán de animar a la persona que lo está pasando mal, sacarle una sonrisa y decirle que todo se va a solucionar. Esto sería banalizar e invalidar sus sentimientos. Nos referimos a intentar profundizar en su caso, mirarle a los ojos, estar a su lado, cogerle de la mano, prestarle atención plena, favorecer la expresión de emociones, indagar en sus preocupaciones, legitimar y normalizar lo que siente, empatizar, ofrecerle nuestro apoyo, respetar su silencio, dejarle llorar. No se trata de actuar e intervenir continuamente, se trata de estar.
Bruna Pratsobreroca Andreu
Carmen Urbano Rico
Enfermeras Internas Residentes (EIR) de segundo año de formación en Enfermería Geriátrica. Unidad Docente Multidisciplinar de Geriatría. Hospital Universitario de Navarra.
Fuentes
La nutrición es un proceso biológico por el que los alimentos sólidos y líquidos que ingerimos son procesados por el organismo para el buen funcionamiento, crecimiento y mantenimiento de las funciones más vitales.
La forma más común y fisiológica de que esos alimentos lleguen al cuerpo del niño es por vía oral (por la boca), ya sea en estado sólido, texturizado o líquido.
Existen situaciones en las que esta forma de alimentarse es imposible debido a las características anatómicas, patologías o estado general del niño. Esta dificultad para poder tragar alimentos, se denomina disfagia.
Cuando es imposible la alimentación por vía oral, se plantea otro tipo de alimentación:
Beatriz Vicondoa Álvarez (@BeatrizVicondoa)
Enfermera del Centro Público de Educación Especial Andrés Muñoz Garde (Pamplona)
Fuentes
El síndrome de cutting es el acto de autolesionarse con el fin de alterar un estado de ánimo, terminar con un estado de confusión emocional o aliviar una situación que implique estrés, infligiéndose un daño físico en el cuerpo.
Las autolesiones hacen referencia a cualquier comportamiento que una persona realiza de forma intencionada, autodirigida, inmediata, para hacerse daño a uno mismo, pero no para suicidarse.
Los tipos de autolesiones no suicidas más frecuentes son los cortes en la piel (normalmente en brazos), pero también pueden consistir en otros tipos de cortes a otras partes del cuerpo, rascado en exceso, golpes autoinfligidos u otras formas de hacerse daño a uno mismo, sin intención de acabar con la propia vida.
En la actualidad estas conductas son cada vez más frecuentes y las exhiben adolescentes no necesariamente afectados de un trastorno mental severo. Estudios recientes indican que entre un 13 y un 45% de los adolescentes se han autolesionado al menos una vez en su vida.
Suelen estar relacionadas con dificultades en la regulación emocional (gestión apropiada de las propias emociones), problemas en las relaciones interpersonales, sean con los amigos o con la familia, la exposición a circunstancias o experiencias adversas en la infancia, entre otros.
Algunos expertos han identificado que a nivel psicológico estas conductas pueden cumplir varias funciones, entre ellas estaría la de buscar experimentar sensaciones intensas, la de minimizar emociones negativas intensas, la de autocastigo por disminuir sentimientos y pensamientos de culpa, la de pedir ayuda y/o comunicar al entorno social un elevado malestar psicológico, por citar algunas.
Hay que considerar el tipo, la gravedad y la frecuencia de las autolesiones no suicidas, la escalada de estas, la presencia o no de otros problemas asociados (si además hay problemas alimentarios, problemas de ansiedad, etc. podría ser más complejo) y los recursos psicológicos del adolescente para afrontar situaciones.
Los especialistas señalan que poder identificar y tratar estas conductas a tiempo, de forma temprana, y ofrecer la ayuda necesaria y adecuada podría contribuir a prevenir el desarrollo de psicopatología más grave.
Si identificamos este tipo de conductas en un adolescente, es necesario que consultemos a un profesional de la salud.
María Ángeles Durán Los Arcos
Lucía Grova Salgueiro
Enfermeras Especialistas en Salud Mental
Fuentes
Imagen de SplitShire en Pixabay