Cómo nos sentimos influye en cómo nos encontramos y, por tanto, en nuestro estado de salud. La vejez es una etapa en la que se producen cambios vitales relevantes que favorecen la aparición de trastornos del estado de ánimo: el deterioro progresivo de habilidades físicas, psíquicas y sociales, la disminución de autonomía y aumento de dependencia, la pérdida de seres queridos, la proximidad de la muerte, etc.

Vivimos en una sociedad donde el dolor, el malestar emocional y la vulnerabilidad se tiende a esconder. De alguna forma, se nos ha enseñado que tenemos que tener soluciones para todo, dar respuesta a todo y ver siempre el lado bueno de cada situación. Sin embargo, hay veces que nada sirve para aliviar el dolor y sólo cabe aceptarlo, abrazarlo, sentirlo y vivirlo. Hay veces que ningún consuelo es suficiente, que las palabras se quedan cortas y lo único que podemos hacer como personas cuidadoras es callar, acompañar y estar presentes.

VALOR DE LA SALUD EMOCIONAL EN EL BIENESTAR ÍNTEGRO

De la misma forma que los problemas de salud física impactan en nuestra salud mental y emocional, las afecciones afectivas también juegan un papel importante en el afrontamiento y evolución de una enfermedad física. Queda evidenciado, entonces, el valor que tiene la salud emocional en el bienestar íntegro y global de las personas.  

La gestión de emociones es algo completamente necesario y extremadamente complejo que tenemos que incorporar, con urgencia, en nuestras relaciones sociales e interpersonales. Cuando hablamos de gestión emocional no nos referimos a intervenir continuamente con el afán de animar a la persona que lo está pasando mal, sacarle una sonrisa y decirle que todo se va a solucionar. Esto sería banalizar e invalidar sus sentimientos. Nos referimos a intentar profundizar en su caso, mirarle a los ojos, estar a su lado, cogerle de la mano, prestarle atención plena, favorecer la expresión de emociones, indagar en sus preocupaciones, legitimar y normalizar lo que siente, empatizar, ofrecerle nuestro apoyo, respetar su silencio, dejarle llorar. No se trata de actuar e intervenir continuamente, se trata de estar.

 

Bruna Pratsobreroca Andreu
Carmen Urbano Rico

Enfermeras Internas Residentes (EIR) de segundo año de formación en Enfermería Geriátrica. Unidad Docente Multidisciplinar de Geriatría. Hospital Universitario de Navarra.

 

 

Fuentes

 

Fotografía: imagen de Ellen en Pixabay